jueves, 19 de julio de 2012

REFLEXIONES EN TORNO A UN SÓLO PARADO

El parado ante todo es uno, unidad sentimental a caballo entre Kierkegaard y Sartre, y dramáticamente responsable de la educación, alimentación y bienestar de su familia. Recalcaría el símbolo existencia "uno", ante ese alud de cifra de siete números que componen el bloque legal de parados. La mayoría suelen tener un desarrollo intelectual en proporción a sus metas, que extrañamente supera sus necesidades más elementales. Por lo tanto, en torno a estas necesidades cifra sus esperanzas laborales. Es decir, que el parado es un señor que pide muy poco: un puesto de trabajo, estable, digno y suficiente. Racionalmente estrecho, el parado es un desesperado vidente y lector de estadísticas estatales que no comprenden. Es obvio que escribo sobre el obrero desheredado culturalmente, sufrido obscurantista que perdió el tren de los estudios en la década en la que se comenzó a gestar la burbuja inmobiliaria. El parado es un deprimido gremial al que la psiquiatría del gobierno no surte efecto. Andan renqueante desde que vendió sus derechos al monstruo mítico dragón de Leviathán (modernamente, poder legislativo y ejecutivo). y como no ha leído a Locke ni a Rousseau no sabe que los vendió, bajo contrato social, para que sus representantes políticos los protegieran y los defendieran, no para que se lo anularan con historias de mercados financieros y primas de riesgo. Tampoco ha leído a Maquiavelo, Tomás Moro, Campanella, Hobbges, Nietzsche.... y conoce sólo de oídas a Marx, por eso no comprende sus propios problemas, ni sabe de qué va la crisis de deuda en este País. Se siente un lastre para la sociedad, nada de nada, como la humanidad después de que Copérnico se la jugara. El parado es uno que anda dubitativo, como el asno de Buridán, entre darse un tiro o dárselo a alguien. Vive en la duda permanente de si echarse al monte, con pañuelos de lunares y escopeta, o recorrer lo que queda del maltrecho cinturón industrial buscando empleo. Si se queda en su casa, tiene que aguantar a la santa de su señora que se queja con razón de los milagros económicos que tiene que hacer para llegar indemne a final de la semana.Y si se va a la taberna, tiene que hacer la revolución de los compadres del paro en torno a una mesa y un dominó- ¡Y es que hay que salvar al País, que el País se hunde en la ciénega de la mentira y la corrupción!. En la taberna puede tomar la prensa gratis y ojear los deportes, y es que las ofertas de empleo no saben muy bien porqué página caen. El parado no cotiza, no paga impuesto y eso tiene jodido a Montoro y a Rajoy. Es un hereje social, un revolucionario en el mediodía laboral ante un vaso de vino tinto. Es un conspirador democrático con la faltriquera vacía. Es un pecador pasando de largo ante la parroquia de la barriada, cansado de pedirle al Santo de los trabajadores que le encuentre un trabajo. Y es que no está el Santo Patrón para milagros laborales, por lo menos no para tantos. Los parados son cinco millones y medio de unidades sentimentales, por encima de Feuerbach y Marx. Alfonso Pérez Romero

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