lunes, 22 de octubre de 2012

LA ALQUIMIA POLÍTICA O COMO TRANSFORMAR EL BIENESTAR EN RUINA

     LA MAYORÍA de las revoluciones se han hecho para alimentar el hambre física y el hambre de libertad de pueblos oprimidos por la clase dominante. De modo que los ideales políticos extremos siempre se han movido en un plano de realismo social, como es el dar de comer al hambriento, y en otro de virtuosismo  ideológico, cuyo símbolo más representativo es de una enorme e imprecisa belleza conceptual: Libertad. Una vez cubierta la prioridad alimenticia, con el pueblo en plena digestión libertaria, entran en el juego político otros valores muy importantes, trascendentes diría yo, como son el derecho a la sanidad, a la educación gratuita y al pleno empleo, promesas todas estas que suelen encontrarse en el ideario básico de cualquier democracia o revolución que se precie. En España se alcanzaron casi todos estos objetivos (menos el empleo) durante  el asombroso crecimiento de la década previa al estallido de la crisis, pero ocultaron que, en la práctica, el bienestar social, se obtenía articulando secretas políticas de enorme endeudamiento, de la que los partidos políticos obtenían un rédito electoral inmediato. Esa ha sido una de las causas del agravamiento de la burbuja financiera  y  de la grave crisis de empleo que padecemos. Y lo peor es que se ha actuado con total irresponsabilidad y con un absoluto desprecio a las consecuencias sociales de las deudas. En cada campaña electoral prometían un poco más que en la anterior, iban más lejos en el gasto público que el adversario político, de modo que llegó un momento en el que el disparate del déficit alcanzó cotas demenciales.  A los políticos españoles la deuda soberana y la quiebra financiera les importaba muy poco. Lo que realmente les preocupaba era su presente y su futuro en la vida pública. Por eso se presentaban en las citas  electorales como modernos alquimistas, en posesión de una fórmula secreta capaz de transformar la ruina en puro oro y en montañas de euros. Y como no pensaba cumplir sus promesas y estaban exentos de responsabilidad penal, prometían milagros imposibles (superar en PIB a Francia, o tener la misma renta per cápita que Alemania), lo que parafraseando a Goethe, suponía invitar a los ciudadanos a una extraña neurosis social. Así ha ido transcurriendo una elección tras otra, sin control sobre el gasto o el presupuesto, despilfarrando lo que no era suyo, cuando no apropiándose con extrañas maniobras del dinero público. En esto si han demostrado ser unos auténticos magos.  ¿Veis por aquí unos milloncitos de euros?. Sí, pues ya no los veis, ni lo volveréis a ver nunca más, Así eran las cosas hasta hace muy poco, justo hasta que al pueblo se le ha exigido que pague las facturas pendientes de la deuda generada por políticos y financieros, y ha gritado ¡basta!. Los ciudadanos exigen responsabilidades, que ahora nadie quiere asumir. La inquietud se ha instalado entre los más ricos que se apresuran a esconder sus riquezas en paraísos fiscales, mientras los políticos ponen cara de tontos ante la justicia y ante el pueblo, mientras lanzan un mensaje que de tanto repetirlo parece cierto: "son los efectos de la crisis mundial y de la burbuja inmobiliaria". Y mientras el pueblo combate como puede la amenaza del paro y del hambre física, nuestros amados lideres políticos siguen cobrando de la nómina de papa Estado, o, como no, disfrutando de cargos de asesores de multinacionales y grandes empresas que, con la sombra de la crisis y el despilfarro al cuello, están siendo remolcadas a buen puerto con dinero público. De modo que llueven deudas sobre los bolsillos de un pueblo que lame sus heridas a la intemperie de los profundos recortes y el galopante desempleo. No hay argumentos de peso con el que desmontar la tesis de la estafa económica. El mensaje de la austeridad pública y de los ajustes en el gasto no cala entre la ciudadanía. Los políticos que nos han pastoreado en los últimos 30 años, ya no pueden manejar, con sus vacuos discursos y promesas, los grandes rebaños de masas. Los perros mediáticos ladran tratando de intimidar y reordenar a la gente, para que piensen y actúen en una determinadas dirección, pero los ciudadanos se han rebelado contra la dictadura de esta clase política, irresponsable e inmoral, y exige cambios políticos y legislativos. Se les está derrumbando el chiringuito político porque el pueblo ha despertado y se ha dado cuenta que, aunque las cosas en tres décadas han cambiado mucho en el aspecto formal, en el fondo subyace un sistema de dominación y explotación que dura ya casi dos mil años. Y la élite quiere conservarlo a cualquier precio. Por esa razón, en un momento de la historia, apostaron por la democracia como forma de gobierno y le entregaron la soberanía política y nacional al pueblo. Así pretendían evitar los ciclos revolucionarios, con sus sangrientos cambios políticos y sus incontrolables vaivenes ideológicos. Esta apuesta ha triunfado en sociedades occidentales muy avanzadas, en el plano económico y educativo, pero han sido sustancialmente fraudulenta en naciones con niveles de renta más bajos y con índices de analfabetismo funcional muy altos. Y esto es así porque las limitaciones intelectivas de amplias capas de la población, facilitan la manipulación social, el clientelismo político y la orientación partidista del voto. Así hemos podido comprobar en estos últimos tiempos la caída de los dioses políticos griegos, a los que ha seguido Irlanda, Portugal, España e Italia, colocando a estas sociedades del sur de Europa al borde mismo de un estallido social, sin precedentes en Europa desde la revolución francesa de mayo del 68. Los pueblos han salido a la calle para gritar que "la paz tiene un precio", y este precio es la regeneración moral de su clase política que, más que protegerse en auténticos búnker legales, deberán facilitar su imputación y procesamiento penal, cuando se vean envueltos en casos de corrupción, con objeto de hacer creíble su honradez política. Esto no ha sido así, hasta ahora, y el espectáculo de egoísmo y codicia que brindan no se sustentan en razón alguna, sino que enmascara un fraude democrático a sus propios votantes, y lo hacen brindando al sol de la mañana, porque se sienten protegidos por jueces y leyes. Pero a todos los actores de esta trágica comedia económica (ciudadanos, políticos, financieros, empresarios) nos consta que se está escribiendo la página final y que no permitiremos que pase lo de siempre: Que los poderosos cambien las reglas formales de juego democrático, para que en el fondo todo siga igual otros cien años. Alfonso Pérez Romero.

domingo, 21 de octubre de 2012

LOS ENGAÑOSOS CAMINOS CONCENTRICOS DE LA DEMOCRACIA

TE OFRECEN la democracia como una encrucijada de caminos políticos, pero son concentricos y todos comienzas y terminan en el mismo sitio, P.P. o PSOE, que se alternan y se alternarán en el gobierno de España por los siglos de los siglos. Esto nos lleva a la inevitable reflexión de que vivimos el espejismo de una engañosa libertad de voto que, en la práctica real, no es negada al estar limitada a dos únicas opciones políticas, con algunas formaciones minoritarias que actúan de palmeros y que dan un matiz de falso colorido ideológico a la convocatoria de elecciones. De vez en cuando, por circunstancias de voto o por el puntual descrédito de los Partidos, a estas formaciones comparsas les toca la pedrea de una coalición de gobierno y entonces se les ve el plumero político de las componendas, por lo poco que tardan en poner de acuerdos sus programas y en repartirse el botín de los cargos públicos. Se podría hablar, incluso, de traición a los votantes si los Partidos políticos estuvieran estructurados en torno a ideologías perfectamente definidas, pero hoy las formaciones no venden ideas políticas sobre la realidad y, mucho menos, mecanismos de acción que alteren el equilibrio (más bien desequilibrio) económico. De modo que construyen sus propuestas programáticas a partir de la conservación del injusto sistema existente y de la modificación de algunos puntos subordinados a la idea central (Constitución inaplicable y democracia imperfecta), de manera que todo siga igual en el fondo, con variaciones insustanciales. Así se llega al resultado de que el acto de votar es un mecanismo puramente formal, carente de sentido práctico, y sin otra connotación para el futuro político que el cambio de algunos nombres en los cargos más relevantes y la reaparición periódicas de otros que se daban por desaparecidos en combate electoral. La tediosa repetición de estas maniobras va creando un profundo desencanto en los ciudadanos, hasta el punto que se comienza a cuestionar seriamente el propio sistema de convivencia política, tal es el calado de un engaño que apenas se sustenta ya en el recurrente prestigio de la joven democracia que nos dimos, o de la Constitución que nos ampara. La gente se ha cansado de lo que podríamos definir como "mantenidos", señores que llevan 30 años en primera plana, viviendo de los privilegios políticos, alternando cargos distintos y amasando una considerable fortuna personal, bien de forma directa o a través de sociedades o del propio entorno familiar. Es la riqueza sobrevenida sin otro mérito que estar en el sitio correcto y en el momento adecuado. Parece que esos bienes no los paga nadie, pero al final la factura siempre se le pasa al pueblo. Y este tipo de escándalos económicos salta con frecuencia a los medios de comunicación, y va minando el prestigio de los políticos y la credibilidad del sistema democrático, que no se renueva a sí mismo con rostros,  nombres e ideas nuevas, y, sobre todo, implicando a los ciudadanos en la toma de decisiones. Antes bien, al contrario, estos tropiezan siempre con las mismas promesas incumplidas, el mismo mensaje falso de transparencia, idéntico desenlace de engaño en una realidad futura que pintan rosa y que enseguida se torna gris otoñal o, como ahora, de negro y proceloso invierno. En el sistema político español hay mucha gente reconvertida en escéptico, porque desconfían de quienes ostentan la representación política,  y comienza a dar la impresión de que el sistema democrático se mantiene de pie, con grietas y rezumando humedad, por pura inercia electoral. Pero les conviene andar diligentes a estos toreros políticos, que están acostumbrado a ver el toro del hambre y del paro y de las manifestaciones de protestas, desde la barrera del cargo público, porque no hay distancia ni altura que el pueblo no salve en horas bajas de un más que probable estallido social. Alfonso Pérez Romero.

domingo, 14 de octubre de 2012

LA INTOLERABLE REBELIÓN DE LOS MEDIOCRES

     SON MUCHAS las vicisitudes vividas por las sociedades occidentales en los últimos años, sobre las que han percutido corrientes filosóficas, políticas, sociológicas y económicas, muy seductoras, todas con una finalidad concreta: crear un prototipo de ciudadano dócil y fijarlo al trapo de una ilusión óptica de bienestar perdurable. Al igual que al asno le colocan una zanahoria delante del hocico, pero a suficiente distancia para que no la alcance nunca, al ciudadano corriente le han colocado el señuelo de la riqueza, pero sin advertirle que nunca la alcanzara por mucho esfuerzo que ponga en el empeño. Nos han hecho vivir en una burbuja de bienestar que estaba programada para estallar, para dejarnos después a merced de los vientos de la indigencia, y sin haber aprendido a volar. Aún nos cuesta asumir el engaño y aceptar que para conseguir derechos plenos en educación y sanidad, tendremos que comenzar una lucha desigual desde cero. Venimos de una guerra civil genocida y de una dictadura militar que impuso su credo político, como una camisa de fuerza, a una España acobardada y hambrienta. Mucho nos costó salir de ese abismo histórico y pronto olvidamos los principios básicos a respetar para una honesta convivencia en común. Ahora participamos de una cultura democrática construida a golpes de enredos políticos y engaños financieros, que tienen como componente básico un severo pragmatismo económico que, a fin de cuentas, es la filosofía de las multinacionales que nos han dominado en las últimas décadas. Del idealista "Todo por la Patria" de los cuarteles franquistas, hemos pasado a "Todo por las grandes corporaciones y el dinero", de modo que hay un evidente cambio en la psicología social y en los objetivos individuales de los ciudadanos. El hombre ya no trabaja por la realización de un ideal, ni por alcanzar la perfección intelectual o espiritual, sino que lo hace sólo por las cosas que le interesa y que le reporta un bien material. Es lo que podríamos definir como el materialismo pragmático. Es decir, que el ciudadano sólo encuentra placer en la consecución de objetivos que puedan ser contabilizados como beneficio económico. El hombre se ha (lo han) auto programado para adelgazar sus aspiraciones y lo ha hecho hasta el límite de que ya sólo le interesa el dinero y el poder que, de por sí, llenan sus expectativas existenciales y justifican cualquier medio que utilice para conseguir sus espurios propósitos. Es obvio que tan altas cotas de imperfección intelectual no se alcanzan porque sí, exige sacrificios personales -ausencia de vida sentimental, puñaladas, estrés, rendiciones- y una dureza granítica de carácter para soportar las críticas y la presión social. La biografía de los "ilustres" hombres políticos o de empresas, de este último cuarto de siglo, no resistiría la prueba del algodón, porque el meteórico ascenso social de la mayoría está jalonado de mentiras, traiciones, oscuras operaciones financieras y de acoso y derribo de adversarios. Es la pasión por el ser a cualquier precio, de cualquier forma y con cualquier instrumento, por encima de las posibles excelencias de otras personas con mayores capacidades y merecimientos. Al final lo que vale es el patrimonio y la cifra que dispongas en la cuenta corriente, porque a partir de ahí es posible comprar un pasado, inventarse una hoja de servicios, adquirir un currículo escrito con letras de oro y renglones torcidos, lleno de inexactitudes y mentiras, pero que será divulgado como una verdad incuestionable por los perros mediáticos que actúan como comparsas al poder. Hace mucho tiempo que el talento y la capacidad creativa pasaron a un plano secundario, enterradas por la audacia irresponsable de los mediocres, por los clanes políticos, por las mafias empresariales, por los nidos financieros y todo tipo de lobbies que alimentan su ego con el hambre y la desgracia del pueblo. Alfonso Pérez Romero.

viernes, 12 de octubre de 2012

UN REQUIEN Y DOS MISAS POR LA INESTABLE PAZ SOCIAL

    Los principios éticos que inspiraron los movimientos sociales del pasado siglo, y que figuran en la memoria colectiva como un tiempo irrepetible de luces solidarias y de sombras políticas, adquieren protagonismo en esta fatigada época que nos ha tocado vivir, tan cargada de incertidumbres políticas, de tensiones sociales y de crisis económica. La contracultura hippies podría ser implantada, sin riesgo de rechazo, en esta sociedad anatematizada por el latrocinio financiero y la especulación de los mercados,  y      sus reivindicaciones ser asumidas por una mayoría ciudadana cansada de saqueos, despilfarro y engaños.
    A los jóvenes melenudos les preocupaba el medio ambiente, el pacifismo, la revolución sexual, la liberación femenina y la discriminación racial. ¿Quién no firmaría en la época actual todos estos principios de libro ético? Los hippies supusieron un punto de inflexión contestataria en el devenir bélico de un sociedad que encontraba un placer intenso en la consecución de objetivos pragmáticos, asociados a la producción industrial en masa o al trabajo en cadena que, inspirados en las teorías de Keynes, serían clave para el desarrollo del estado del bienestar. En la década de los 60, los jóvenes se rebelaron contra su adoctrinamiento social y se negaron a ser esclavos de la cultura del consumo de masas, que enriquecía a unos pocos en detrimento de una mayoría que se dejaba su salud por un exiguo salario. El paralelismo con la época actual es evidente, de tal modo que el mundo, en su devenir pendular, parece haber vuelto al sitio desde donde partimos hace 50 años. Aunque quizás el máximo legado de aquel tiempo memorable sea la búsqueda de un mundo espiritual y el amor por la naturaleza, que tanto bien nos haría ahora, y todo sin descartar el enorme legado literario y musical de una época de autores y canciones pacifistas irrepetibles: Joplis, Pink Floyd, Hendrix, The mamas & The papas, Baez.......
     Del tronco de la cultura hippie, surgieron otros movimientos ciudadanos emblemáticos, entre los que se encuentra el mitificado mayo del 68, cuyas coincidencias sociales y laborales con las circunstancias históricas que en este momento vive España, no pueden más que propiciar una profunda y desoladora reflexión. Como en el caso español,  la mayor revuelta estudiantil y la huelga más numerosa de la historia,  ocurrió después de una década de expansión económica y de desconocida prosperidad en Francia. ¿Les suena?. Como ha ocurrido aquí, aunque por factores no coincidentes en cuanto a corrupción, despilfarro y burbujas, el paro en Francia subió en poco tiempo como la espuma, en especial el juvenil, y millones de trabajadores vieron mutilados sus sueldos, desvaneciéndose para ellos la posibilidad de acceder al estado del bienestar,  La precariedad laboral avanzaba y las protestas sociales eran abortadas por una policía antidisturbios que, por sus métodos expeditivos,  no gozaba del aprecio ni de la indulgencia popular. Esta era la situación en  Francia, en los años previos al estallido estudiantil, pero podría estar haciendo una perfecta radiografía social y laboral de la España actual, cuyo reflejo se acentúa si le añadimos la desconfianza en las instituciones públicas, sobre todo las políticas y sindicales. Así se llega en Paris al recordado 10 de mayo, la mítica noche de las barricadas en el Barrio Latino, las graves revueltas y la respuesta institucional del General de Gaulle, que ordena sacar los carros blindados a las calles, al día siguiente. El resto de la historia es bien conocido.   El Mayo del 68, en Francia y en el resto del mundo,  está dentro del contexto de una época en la que la  balanza ideológica encontraba un punto de equilibrio entre distintas corrientes políticas, como el marxismo, el maoismo, el socialismo y el capitalismo y, en esta lucha hercúlea entre sociedades antagónicas, hasta el ciudadano más extremista podía encontrar una bandera en la que envolver sus sueños pacifistas, burgueses o revolucionarios.
    Mucho ha llovido desde el festival hippie de "Woodstock", tanto que el hombre ha vuelto a perder  el faro ideológico que iluminó su identidad política  y que posibilitó los grandes avances sociales y la consolidación de un estado del bienestar que ahora es dinamitado por la oligarquía financiera.  Y otra vez,  como cuando surgió en EE.UU. la contracultura hippie o explotó el mayo del 68, los ciudadanos europeos, cansados del expolio político y desengañados de la dependencia cómplice de sus desacreditadas instituciones, de nuevo  buscan enarbolar una bandera o un credo ideológico cuyos principios reivindicativos y éticos  den consistencia y sentido a una lucha social que se hace cada día más necesaria. Es imprescindible   contrarrestar la silenciosa e intensa  involución de los derechos sociales que la élite financiera y empresarial está provocando en las clases medias y en los ciudadanos más débiles. La oligarquía trata de de recoger el resultado de  las exitosas prácticas globalizadoras de las últimas décadas, y de  las convenidas uniones de sangre política y de mercados aduaneros. Mientras tanto, surgen grupos dispares, heterogéneos y con reivindicaciones confusas,  como el 15 M, o de estética transgresora, como los antisistemas, cuyo perfil violento enlazan con los manifestantes más radicales de  las huelgas salvajes de mayo del 68. Unos y otros, parecen funcionar sin orientación ni afinidad política y sin liderazgo ideológico. Pero, sin duda, estamos otra vez ante  la historia girando sobre sí misma y colocándonos frente al espejo del tiempo, confirmando que por mucho que avance la sociedad en lo económico y en lo técnico, explotadores y explotados, estamos siempre en el mismo sitio. Unos frente a otros, y con los cuchillos afilados. Alfonso Pérez Romero.

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domingo, 7 de octubre de 2012

LA POLÍTICA Y EL ADICTIVO OLOR DE LA RIQUEZA

     LA TOLERANCIA con la corrupción política se asienta sobre un sistema de complicidades múltiples, basadas en la traición al sistema democrático y al pueblo. Esto, que es tan obvio, no parece  entenderlo la gente sencilla, que se empeña en legitimar con su voto cíclico algo intrísicamente perverso, como es el manejo para el interés privado de los caudales públicos. La situación ha ido degenerando por la falta de control administrativo y ético,  y ahora la bola de nieve de la corrupción alcanza proporciones tan grandes que podría laminar al propio sistema democrático. 
     Parece difícil de entender cómo el hombre ha desenfocado de su vida la diana ética y se ha desentendido de los códigos morales que regularon la convivencia social hasta hace unos años. Es evidente que este ha sido un largo proceso filosófico en el que la responsabilidad de la degeneración moral de las sociedades occidentales recaen, fundamentalmente, sobre los mercaderes de conciencias, intelectuales religiosos y otros creadores de corrientes de opinión, comprometidos con la política y el capitalismo. Lo cierto es que el hombre demuestra  haber perdido la capacidad para optar entre el bien y el mal,  y ahora es una alimaña más en esta jungla de asfalto y metal, donde las reglas parecen estar hechas para ser violadas por quienes tienen la capacidad, y los medios intimidatorios o de soborno, para hacerlo sin riesgos. La ciudadanía se mira en el espejo de sus triunfadores públicos, jóvenes millonarios, políticos egocéntricos y banqueros falsamente salomónicos...  Y los admira y trata de imitar, porque los ve sonreír felices mientras adoran al becerro de oro de la opulencia y el poder. Nadie parece haberles explicado que es un falso brillo de felicidad, un reflejo del efímero ego, pero que están  construidos con los mismos materiales de debilidad, dudas y miserias, que el resto de los humanos.
     Si hubiera que trazar el perfil alegórico de este tiempo tan calamitoso, la figura sería un grandioso transantlántico (capitalista) a punto de naufragar, porque el capitán (orden y moral ciudadana), víctima de un motín, ha sido colgado del palo mayor. Por supuesto,  los oficiales de la nave (políticos) y suboficiales (banqueros y empresarios) han abandonado sus obligaciones como navegantes y se dedican a la rapiña y al saqueo público. Esta metáfora refleja de modo no muy exagerado la realidad social de este convulso mundo que nos ha tocado vivir. Nadie sabe qué esta pasando con la economía, ni por qué se violan por sistema los códigos morales e inclusos las leyes que nos hemos dado, pero las consecuencias la sufren una gran mayoría de ciudadanos,  que ahora comienza a clamar escandalizados porque le recortan o suspenden derechos históricos reconocidos, como el derecho trabajo, a la sanidad, a la educación... Pero lo cierto es que la sociedad ha quebrado y lo ha hecho porque su bienestar se asienta sobre un sistema de leyes laxas, muy vulnerables, y porque a los garantes políticos no les interesa atender las demanda del pueblo que exige el endurecimiento de la ley penal y su rápida y contundente aplicación. Sólo así se podría contener esta sangría de apropiaciones delictivas cometidas por personas que, en muchos casos, son los  responsables de garantizar el legítimo destino de los caudales y riquezas públicas. Pero el clamor del pueblo se apaga en el mismo recorrido físico que le sirve como desahogo. Y es que el capitalismo democrático está preparado para digerir todo tipo de protestas y fagocitar contrarios sin que le tiemble o se le altere el pulso. 
     De modo que las cosas seguirán igual que están durante mucho tiempo. Las voces de alarma de intelectuales comprometidos se pierden en el desierto de la codicia y la ambición social. Hay instituciones cuyo prestigio alcanza índices tan bajos que sólo se mantienen en pie porque representan la soberanía popular y la democracia. Pero ni aún así, los políticos y sus beneficiarios económicos, admiten la necesidad de regenerar la imagen que transmiten a la ciudadanía. Se niegan a realizar el sacrificio de ser y parecer honestos y actuar en consecuencia. Han cerrado los ojos y no quieren ver que la sociedad se despeña por un abismos de inconfesables corrupciones y oscuros intereses. Así que al grito del edecán de turno, "¡Yo a lo mío y cada uno a lo suyo! (resumen de la filosofía política del ego), las atareadas hormigas del poder y sus adláteres se afanan en multiplicar sus riquezas, cuanto más mejor, no importa a quien roben, exploten o empobrezcan. Así es imposible crear una conciencia social y mucho menos nacional, diluidas estas por la falta de respeto de quien deberían representar un modelo social de virtuosismo.
     Desde la globalización existe un impulso incontrolado de codicia universal y de lucro que no cesa. En un mercado global y desregulado, los poderes públicos, empresarios y financieros, construyen leyes a la medida de su ilimitada ambición, tratando de acumular fondos y riqueza material y de doblar en el menor tiempo posible lo acumulado. Y todo esto sucede mientras amplias capas de la población mundial, en especial ancianos, mujeres y niños, no tienen acceso a una alimentación básica, educación o sanidad. La situación actual de  degeneración especulativa y de prostitución política es mucho más inquietante y penosa que la de Sodoma y Gomorra bíblica, sólo que aquí nadie se convierte en estatua de sal, porque están tan atareados en ganar dinero, que no tienen tiempo de volver la cabeza. Alfonso Pérez Romero